domingo, 22 de abril de 2012

El entierro


Autor: Germám Coimbra Sanz

Cierta vez que con mi perro
iba siguiendo un tatú
cuando en un motacú,
¡helay la luz de un entierro!

Como era treinta de agosto
en que todo entierro arde
me acerqué medio cobarde
jaciéndome el angosto.

Que si se va con empeño
y ambición tras e la plata
y el fuego se desbarata
y se le aparece el dueño.

Cuando tuve por llegar
a señalar el tapao,
dos tipos me habían ganao
y estaban ya por cavar.

Como nunca se me van
del todo las bailadoras,
los dejé pa sus tres horas
que trabajen con afán.

Y conteniendo la risa 
que el asunto me causaba
al perrito que llevaba
lo vestí con mi camisa.

Le desprendí la cadena
y sin decirle ni cuje,
el perro que era de empuje
les salió como alma en pena.

No se imagina el puchero
que les jizo aquel espanto,
dejaron todo y de un canto
patitas pa que te quiero.

El hombre sin un distingo
no sabe pa quen trabaja
pues topé con la tinaja
escarbándole un poquingo.

Más la cosa se me endura
cuando agachao sobre el joyo
vide sin ningún apoyo
a la fantasma de un cura.

Todo el cuerpo me temblaba
pero no quise aflojar,
otro hombre en mi lugar
le digo que se chilcheaba.

Y sin perder los estribos
me encomendé a Santa Rosa,
pa que me aparte esa cosa
que no era asunto de vivos.

Y que le pondría al cura
las velas que me dijiera,
pero que pronto se juera
a ocupar su sepoltura.

No hay caso que mi lamento
hasta el cielo lo mandé
pues el dijunto se jué
como llevao por el viento.

Me salí pa refrescar...
y a punto de haberme ido
porque a mas de tanto ruido
mi perro se puso a aullar.

El Chiñi volaba inquieto
y el tiempo conjeturando,
con razón taban andando
los espíritus de asueto.

Cuando junto a un sumuqué.
¡helay un hombre con cuernos!
era el rey de los infiernos
y es de veras, ¡creame usté!

"¡Válgame Virgen sagrada!"
clamé cuando vi al maligno,
y al jacerle el santo signo
la emplumó por la cañada.

Ya estaba claro, y por ésto
los bultos se sosegaron
y tranquilo me dejaron
pa me llevara el tiesto.

Al tratar con mucha pena
de levantar al fulano,
se jue y se jue de mis manos
hasta perderse en la arena.

Desde entonces yo destruyo
cualquier laya de ambición
pa que en alguna ocación
no me dejen a piyuyo.

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